Cerca de 70.000 personas de más de cien países arroparon en la noche del sábado 7 de junio a León XIV para celebrar juntos en la Plaza de San Pedro la vigilia de Pentecostés, uno de los actos centrales del Jubileo de los Movimientos que se celebra este fin de semana en Roma.
Tras la liturgia de la Palabra y la renovación de las promesas bautismales, el Papa pronunció una homilía en la que reivindicó la comunión en la Iglesia desde las “diversidades en el único Señor Jesucristo”. Con este punto de partida, el papa Robert Prevost subrayó que “no hay muchas misiones, sino una única misión” y justo después expuso que no quiere cristianos “introvertidos y belicosos, sino extrovertidos y luminosos”.
Frutos del Concilio
En este sentido, puso en valor las “distintas experiencias asociativas y comunitarias, muchas de las cuales representan frutos del Concilio Vaticano II”. Ante ellos, puso de manifiesto la defensa que hizo en su primer saludo hace un mes de la sinodalidad, “que expresa felizmente el modo en el cual el Espíritu modela la Iglesia”.
Así, reafirmó su deseo como Papa de que no camine “cada uno por su cuenta, sino armonizando nuestros pasos con los pasos de los demás, no consumiendo el mundo con voracidad, sino cultivándolo y custodiándolo, como nos enseña la encíclica Laudato si’”.
Fuera de la totalidad
“Sinodalidad es el nombre eclesial de esta conciencia”, reafirmó después, señalando que fuera de la “totalidad” de la Iglesia “se marchita incluso el más original de los carismas”.
Sabedor de esa vida en paralelo de algunos movimientos, instó a los grupos presentes a que “estén por tanto profundamente ligados a cada una de las Iglesias particulares y a las comunidades parroquiales donde alimentan y gastan sus carismas”. “Cerca de sus obispos y en sinergia con todos los otros miembros del Cuerpo de Cristo actuaremos, entonces, en armoniosa sintonía”, sentenció el Papa.
El espíritu de controversia
“Que sus asociaciones y comunidades sean entonces lugares donde se practique la fraternidad y la participación, no sólo en cuanto lugares de encuentro, sino en cuanto lugares de espiritualidad”, enfatizó el Santo Padre, que alertó de los peligros de “la autoafirmación, la murmuración, el espíritu de controversia, el dominio de las conciencias y de los recursos”.
Y lejos de vivir este proceso sinodal como una experiencia interna de la Iglesia, remarcó que “la auténtica espiritualidad nos compromete, por tanto, al desarrollo humano integral”, en un nuevo guiño al papa Francisco. “La evangelización, queridos hermanos y hermanas, no es una conquista humana del mundo, sino la infinita gracia que se difunde a través de vidas transformadas por el Reino de Dios”, añadió.