Mis hermanas y hermanos en Cristo:
Vamos acercándonos más y más a la Semana Santa y al Santo Triduo -los últimos tres días de la Semana Santa que expresan de forma tan admirable el conjunto de nuestra fe. Las lecturas nos llevan hoy a desear esos tres días.
El profeta Jeremías nos recuerda el amor de Dios por nosotros: perdonaré sus maldades, y no recordaré sus pecados. Es el Dios que siempre nos perdona, y que incluso nos invita a volver al camino recto y a obrar lo que es recto y justo. No es un Dios desentendido, sino un Dios que nos extiende su mano una y otra vez. No es un Dios de condenación, sino un Dios que nos invita a vivir en gracia, alegría y amor.
La Carta a los Hebreos profundiza este sentido del amor del Padre para con nosotros en Cristo Jesús: aunque era Hijo, aprendió obediencia desde el sufrimiento. Es el Dios que nos ama tanto que nos entrega a su propio Hijo, que toma nuestra humanidad, de tal modo que podemos compartir la divinidad del propio Dios.
Es claro en las Escrituras que nuestro Señor Jesús oró para ser librado del terrible sufrimiento que veía venir hacia Él. Sin embargo su oración fue siempre: "No se haga mi voluntad sino la Tuya".
El evangelio de Juan que hemos leído hoy tiene esa misma teología del sufrimiento de Jesús. Ahora es el momento del juicio del mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser expulsado. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.
El único camino por delante es pasar a través del sufrimiento. Jesús voluntariamente acepta el sufrimiento por nosotros, porque nos ama. Jesús ve que el único camino por delante pasa a través de su muerte, por nosotros. Jesús reconoce que, no importa cuál sea la dificultad, él vino al mundo para salvarnos.
"Atraeré a todos hacia mí" ¡qué maravillosas palabras de fortaleza y consuelo para quienes creemos en él! Mientras nos preparamos para la Semana Santa y el Santo Triduo, lo mismo que cuando celebremos una vez más la muerte de Jesucristo y su resurrección, podemos alabar a Dios. Porque así como Jesús nació por nosotros, así también murió por nosotros, para que tengamos vida en abundancia.
No siempre vemos las cosas a la luz de este misterio. Estamos invitados a meditar y orar para que podamos llegar a ver todas las cosas a la luz de este misterio de Jesucristo. Estos días finales de la Cuaresma pueden acercarnos más profundamente al misterio.